martes, 23 de marzo de 2010

volver a escuchar su voz

Hoy la vida me hizo un regalo, un guiño. Hoy hizo 23 años que mi viejo asumía como director organizador de la Escuela Técnica de Totoras. Corría el año 87 y el gordo tenía 33 años.
Hoy, esa escuela decidió hacerle un homenaje, con algo tan simple y tan importante como contarles a los 190 alumnos cómo es que se había originado ese proyecto. El silencio respetuoso de los pibes era increible, intenso. Como el de todo aquel que es respetado, convocado, escuchado.
Descubrí una placa con el nombre de mi viejo junto al abanderado. Un pibe humilde, como la mayoría de los que van a la Técnica, con la esperanza de conseguir un laburo cuando salgan, y la convicción de que laburar es el mejor camino para conseguir lo que uno quiere. Y después, nos invitaron a ver un video con una entrevista que le hicieron en el 2007, cuando se cumplieron los 20 de la escuela.
Hoy volví a escuchar su voz. Y lo vi sonreir. Ya estaba peladito y flaco, pero con esa mirada profunda, segura y cálida. Con esa palabra justa. Y sentí que me abrazaba.

miércoles, 10 de marzo de 2010

aversinosentendemos

Leí algunas propuestas llamativas por estos días. Entre el "te doy la florcita en el día de la mujer, pero andá a lavar los platos" y la reivindicación del fracaso de l@s que no entendieron que destacar nuestra perspectiva de género no es querer igualarnos a los hombres sino ser respetadas en la misma medida que los varones siendo diferentes, cobrar la misma remuneración por igual tarea y compartir las tareas del hogar y la crianza de nuestros hijos con nuestros compañeros.

Aversinosentendemos, lo distinto no implica una determinada cualidad. Somos diferentes, ni mejores ni peores. Creer que para mejorar o ser exitosa una mujer debe igualarse a un varón es un planteo de machismo acérrimo porque asocia de manera automática el género masculino a ese "óptimo" al que supuestamente debemos acercarnos. Como vemos, las cuestiones de discurso, juegos de palabras llamémosle si quieren, son una cosa seria.

Aversinosentendemos, yo no quiero que me salgan pelos en el pecho. A mi me gustan los tacos altos y las carteras, me persigue la celulitis y lloro cada vez que veo "Secretaria Ejecutiva". Planeo construir una familia junto al hombre de mi vida y me encanta la gente inteligente que no solo en estos días llena el espacio, virtual y real de experiencias, reflexiones y proyectos, palabras y canciones.

Precisamente por eso, creo que es ésta una especial responsabilidad de las que afortunadamente no hemos sufrido discriminaciones, que hemos podido convertirnos en profesionales, trabajar y producir, ser reconocidas en lo que hacemos, valoradas por nuestros maridos, amigos, hijos y jefes. Porque recordemos, que aunque "a mi no me pasó nunca", a miles de mujeres sí les pasa. Son mayoría entre los pobres y los analfabetos del mundo, entre los que sufren acoso sexual en su lugar de trabajo, entre las víctimas de violencia familiar.

Entonces no nos hagamos las boludas.

martes, 2 de marzo de 2010

qué puedo hacer en esta tierra incendiada, sino cantar, dijo Fander


Qué puede hacerse por un país tan querido y desvastado como Chile, sino jugar con las palabras.
He aquí dos narraciones,un mismo episodio, contado en primera y tercera persona por dos fuera de serie. El primero, uno de los más alegres y ocurrentes. El pinochetismo no pudo con su ironía, sus ideas, y la sorpresa inagotable de cada página. El otro, de la tierra donde antes de ayer, un presidente que en su juventud se equivocó fiero con la violencia, reconoce su error, y hoy es un ejemplo de tolerancia y convivencia democrática.
Un continente paradójico, el nuestro.

"Más lejos, ya a punto de cruzar las fronteras que me alejarían por muchos años de mi patria, llegamos de noche a las últimas gargantas de las montañas. Vimos de pronto una luz encendida que era indicio cierto de habitación humana y, al acercarnos, hallamos unas desvencijadas construcciones, unos destartalados galpones al parecer vacíos. Entramos a uno de ellos y vimos, al claro de la lumbre, grandes troncos encendidos en el centro de la habitación, cuerpos de árboles gigantes que allí ardían de día y de noche y que dejaban escapar por las hendiduras del techo un humo que vagaba en medio de las tinieblas como un profundo velo azul. Vimos montones de quesos acumulados por quienes cuajaron a aquellas alturas. Cerca del fuego, agrupados como sacos, yacían algunos hombres. Distinguimos en el silencio las
cuerdas de una guitarra y las palabras de una canción que, naciendo de las brasas y de la oscuridad, nos traía la primera voz humana que habíamos topado en el camino. Era una canción de amor y de distancia, un lamento de amor y de nostalgia dirigido hacia la primavera lejana, hacia las ciudades de donde veníamos, hacia la infinita extensión de la vida. Ellos ignoraban quiénes éramos, ellos nada sabían del fugitivo, ellos no conocían mi poesía ni mi nombre. O lo conocían, nos conocían? El hecho real fue que junto a aquel fuego cantamos y comimos, y luego caminamos dentro de la oscuridad hacia unos cuartos elementales. A través de ellos pasaba una corriente termal, agua volcánica donde nos sumergimos, calor que se desprendía de
las cordilleras y nos acogió en su seno.
Chapoteamos gozosos, lavándonos, limpiándonos el peso de la inmensa cabalgata. Nos sentimos frescos, renacidos, bautizados, cuando al amanecer emprendimos los últimos kilómetros de jornada que me separarían de aquel eclipse de mi patria. Nos alejamos cantando sobre nuestras cabalgaduras, plenos de un aire nuevo, de un aliento que nos empujaba al gran camino del mundo que me estaba esperando.
Cuando quisimos dar (lo recuerdo vivamente) a los montañeses algunas monedas de recompensa por las canciones, por los alimentos, por las aguas termales, por el techo y los lechos, vale decir, por el inesperado amparo que nos salió al encuentro, ellos rechazaron nuestro ofrecimiento sin un ademán. Nos habían servido y nada más. Y en ese "nada más", en ese silencioso nada más había muchas cosas subentendidas,
tal vez el reconocimiento, tal vez los mismos sueños."

Pablo Neruda. Confieso que he vivido. 1975.


"En el diario El Imparcial se lee, a toda página: Se busca a Neruda por todo el país. Y debajo: Será premiado el personal de Investigaciones que dé con el paradero del prófugo. De escondrijo en escondrijo, anda el poeta por la noche de Chile. Neruda es uno de los pocos que están sufriendo persecución por ser rojos o por ser dignos o por ser, y no se queja de la suerte que ha elegido. El no lamenta la solidaridad que practica: disfruta y celebra esta pasión peleadora, aunque le traiga líos, como disfruta y celebra las campanas, el vino, el caldillo de congrio y las cometas volanderas de alas muy desplegadas."

Eduardo Galeano. Memoria del Fuego 3. El siglo del viento. 1968.