La melancolía inicial de esta poesía de M. E. Walsh se corre luego, como un telón, para dejarme pensando qué hay detrás de la rutina, de los futuros inciertos, de los momentos duros. Es una canción que me hizo acordar a los instantes en que sale el sol luego de la tormenta, al abrazo después de la discusión, a la magia de la mesa reunida, al ritual de estar juntos. Parece que a veces hay que tener paciencia. Otras veces hay que sacarse los lentes negros, y dejar que los rayos de luz te peguen en la cara, para abrir los ojos.
Abajo, la interpretación maravillosa y emocionada de Teresa Parodi, el sábado pasado en Cosquín.
No te vayas te lo pido
De esta casa nuestra donde hemos vivido
Qué nostalgia te puede llevar
Si de la ventana no vemos el mar
Y afuera llora la ciudad tanta soledad
Todo pasa todo cansa
Y uno se arrepiente de estar en su casa
Y de pronto se asoma a un rincón
A mirar con lástima su corazón
Y afuera llora la ciudad tanta soledad
No te vayas, quédate
Que ya estamos de vuelta de todo
Y esta casa es nuestro modo de ser
Tantas charlas tanta vida
Tanto anochecer con olor a comida
Son una eternidad familiar
Que en un solo día no puede cambiar
Y afuera llora la ciudad tanta soledad
Estos muros estas puertas
No son de mentira son el alma nuestra
Barco quieto morada interior
Que viviendo hicimos igual que el amor
Y afuera llora la ciudad tanta soledad
No te vayas, quédate
Que ya estamos de vuelta de todo
Y esta casa es nuestro modo de ser
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